La celebración del Día de Difuntos ha sido tradicionalmente
una fiesta exclusivamente religiosa e íntima en la que se recuerda a los seres
queridos que han muerto. Una ceremonia solemne que incluye pocos detalles
lúdicos. Mientras en otros países dan a la fecha un carácter mucho más festivo
y más cargado de contenido ritual.
En los orígenes de estas celebraciones, relacionadas con la
fiesta de Halloween en los países anglosajones, hallamos una mezcla de
paganismo y cristianismo.
Entre los celtas existía la celebración llamada “Samhain”,
que tenía lugar al final de la mitad estival del año, pues los celtas dividían
el año en dos partes, verano e invierno. Esta celebración cerraba la época de
la cosechas y acababa con la fiesta de los muertos, inicio del año nuevo celta.
Se dice que los espíritus de los muertos regresaban en esa fecha para visitar
sus antiguos hogares. Tras la invasión de las Islas Británicas por los romanos
(46 a.C.), esta festividad de los druidas fue adoptada por los invasores, que
contribuyeron a propagarla por el resto del mundo. La palabra “Halloween”
procede de una contracción de All Hallows´ Eve, o Víspera de Todos los Santos (1
de noviembre), que es el día en el que la Iglesia Católica honra a todos los
santos.
Desde el siglo IV la Iglesia de Siria consagraba un día a
festejar a todos los mártires. Tres siglos más tarde el Papa Bonifacio IV (615)
transformó un panteón romano en un templo cristiano y lo dedicó a “Todos los
Santos”. La fiesta en honor de Todos los Santos se celebraba inicialmente en
mayo, pero el Papa Gregorio III (741) cambió la fecha al 1 de noviembre.
Por otro lado, en el año 998, San Odilón, abad del Monasterio
de Cluny, en el sur de Francia, añadió la celebración del 2 de noviembre como
fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que
fue llamada Fiesta de los “Fieles Difuntos”.
Estas fechas se celebran en España con unas características
especiales. Durante los días que las preceden los familiares de los difuntos
realizan frecuentes visitas a los cementerios con objeto de limpiar a fondo las
losas de las sepulturas de sus allegados y adornarlas con todo tipo de flores,
entre las que destacan los crisantemos.
La visita a los cementerios se realiza el 1 de noviembre. Si
el óbito se ha producido recientemente, la estancia de los familiares en el
camposanto será más larga, su número será mayor y las oraciones dedicadas a los
muertos más prolongadas. En cualquier caso, no puede decirse que sea un hábito
generalizado, pues la población que visita los cementerios suele ser la de
mayor edad. Muchas personas sienten una profunda aversión ante cualquier
situación relacionada con la muerte y optan por ignorarla, tal vez con la
esperanza de que esa actitud consiga alejarla de sus vidas.
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